encontrar el estímulo




Llega un momento en la práctica del taichi en que uno cree haber llegado a un límite, a un punto a partir del cual parece que no vaya a existir más progreso significativo. Se ven vídeos en los que aparecen auténticos expertos haciendo con su cuerpo movimientos y posturas deslumbrantes, y uno cree que jamás podrá llegar a tales niveles de maestría corporal.

Esto se aprecia mucho en alumnos que dan la sensación de ir a clase sin ningún tipo de ilusión por aprender algo más, y se limitan a practicar como un manera de hacer ejercicio rutinaria y obligada. Lamentablemente, ese estado supone un rechazo total al espíritu propio del taichi.

Cuando un instructor explica algo nuevo o resalta un aspecto relevante, aunque no sea diferente a lo habitual, lo hace por la importancia que supone en la práctica. Cuando un alumno no atiende este tipo de aspectos no está, realmente, faltando al respeto a su instructor, aunque muchos lo expresen de esta manera, tan sólo está faltándose al respeto a sí mismo. La razón es, precisamente, la falsa creencia de no poder ir más allá del punto en el que se está, es decir, la falta de confianza en sus posibilidades.

Es entonces cuando el instructor debe buscar el estímulo que incite al alumno a avanzar un poco más. La palabra estímulo viene del latín "stimulus", que quiere decir aguijón, con lo que se puede entender ahora la necesidad que surge de "aguijonear" a los propios alumnos para inducirles a ir un poco más lejos de donde ellos creen poder llegar. Para esto es preciso, a menudo, agitar el ánimo del practicante para impedir que se acomode en su desidia. Es así como se puede entender el aparente enfado y las justificadas broncas que un buen profesor de cualquier disciplina corporal debe provocar para lograr el estímulo que induzca el aprendizaje de sus alumnos.

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