Ahora que empieza el curso, la gente busca actividades a las que apuntarse, aún sin tener muy claro que quieren hacer. En el caso del Taichí, es mucha la confusión sobre lo qué define y lo qué no define esta centenaria disciplina.
Cuando comencé a practicar, pasé siete años con el mismo instructor, fiel a su enseñanza y su método de práctica. Esta persona nos prevenía sobre la "mala práctica" general que existía, y tendía a desestimar la labor de otros instructores, sobre todo si eran de la zona de Bilbao. Como me inspiraba confianza, yo respetaba estas opiniones y las acataba "cual discípulo obediente y abnegado". Afortunadamente, tuve la coherencia de decidir que no todo lo que hacían los demás tenía porque estar mal, así que decidí abrirme a otros instructores, a otros métodos y a otros estilos.
A partir de ahí, comencé a salir del ámbito del estilo "yang" (suave, elegante, popular) para descubrir aspectos más posturales gracias al estilo de "Cheng Man-ching" (discreto, sutil y de poca amplitud pero intenso), aprender como la fuerza surge de la suavidad con el estilo "chen" (poderoso, contudente y firme), o entender como se plasma la esencia del "yin-yang" con el estilo de "wutang" (dinámico, envolvente y amplio).
Personalmente no creo que ningún estilo sea mejor que otro. Cada uno tiene sus particularidades, sus misterios y su relevancia. Yo, como instructor, considero interesante conocer cada uno de los principales estilos, de cara a tener una visión global de este particular universo del Taichí. Para muchos, esto supone "mezclar churras con merinas"; pero si sigues teniendo claro cuales son la "churras" y cuales las "merinas", y cual es la utilidad de cada una de ellas, no tiene porque haber problema en practicar varios estilos. Al final, cada instructor se tiende a decantarse por el que le ayuda a conectar más con su Cuerpo, por eso es interesante conocer varias disciplinas, para poder ELEGIR.
Así que, llegados a este punto, puedo afirmar que mi Taichí es un Taichí de la calle, que se ha nutrido de numerosas fuentes y estilos, que no ha dudado en aplicar los principios estructurales de la biomécanica osteopática para entender la fisiologia articular, ni en incluir técnicas de auto-masaje en puntos sensibles para comprender mejor los que sucede dentro del organismo. Y entiendo, además, que esta apertura mental es la filosofía más acorde con la mentalidad taoísta, ecléctica y antidogmática, dentro de la cual se creó el Taichí.
jueves, 12 de septiembre de 2013
lunes, 10 de junio de 2013
rutina de 42 movimientos
Esta coreografía de Tai-chi-chuan fue elaborada en 1989 por le maestro Li De Yin, por petición del Comité de Deportes de China, para su uso en la competiciones de Wushu. En ella se combinan movimientos de los estilos más divulgados: chen, yang, wu y sun.
La estructura principal es de estilo yang, lo que la hace fluida y amplia, pero incluye movimientos repentinos de estilo chen (como algún puñetazo), y desplazamientos propios del estilo sun (por ejemplo al empujar). Su aprendizaje aporta una visión bastante completa y sintetizada de la variedad de movimientos que posee el Tai-chi, por lo que resulta especialmente útil se se desea tener una rutina que abarque diferentes mecánicas corporales.
Aunque su aprendizaje no es difícil, sí puede ser algo costosa de ejecutar debido a la intensidad de sus posturas, que incluyen posiciones bajas, posturas en equilibrio y movimientos my elaborados de brazos. A pesar de que muchos practicantes más conservadores y simpatizantes de estilos más tradicionales la han criticado, a mí me resulta una coreografía que simplifica con bastante precisión dinámicas más largas y complicadas, por eso su aprendizaje me parece mucho más útil que el de formas tradicionales de 88 o 108 movimientos, que para los alumnos más noveles parecen no terminar nunca... He aquí una elegante ejecución de la misma:
La estructura principal es de estilo yang, lo que la hace fluida y amplia, pero incluye movimientos repentinos de estilo chen (como algún puñetazo), y desplazamientos propios del estilo sun (por ejemplo al empujar). Su aprendizaje aporta una visión bastante completa y sintetizada de la variedad de movimientos que posee el Tai-chi, por lo que resulta especialmente útil se se desea tener una rutina que abarque diferentes mecánicas corporales.
Aunque su aprendizaje no es difícil, sí puede ser algo costosa de ejecutar debido a la intensidad de sus posturas, que incluyen posiciones bajas, posturas en equilibrio y movimientos my elaborados de brazos. A pesar de que muchos practicantes más conservadores y simpatizantes de estilos más tradicionales la han criticado, a mí me resulta una coreografía que simplifica con bastante precisión dinámicas más largas y complicadas, por eso su aprendizaje me parece mucho más útil que el de formas tradicionales de 88 o 108 movimientos, que para los alumnos más noveles parecen no terminar nunca... He aquí una elegante ejecución de la misma:
viernes, 12 de abril de 2013
Lo que me empeño en enseñar (pero debo omitir)
Vaya…, lo he
vuelto a hacer. Sin ir más lejos, en la clase de ayer volví a “entrar al trapo”
ante el desafío de un alumno sobre las incongruencias de mi enseñanza. En vez
de callarme y dejar que él vaya por sí mismo encontrando las respuestas, volví
a dar más explicaciones de las necesarias, como si realmente no confiara en lo
que enseño, y tuviera que dar instrucciones continuas.
Uno de los
errores clave en mi forma de impartir las clases, es la cantidad innecesaria de
información que aporto. Al principio pensaba que los alumnos deben conocer todo
lo relativo a aquello que practican: su sentido marcial y terapéutico, sus
fundamentos fisiológicos, su biomecánica, etc. Es decir, siempre he intentado
aportar aquellos datos que me parecía que faltaban en la mayoría de las
escuelas de Taichí en las que he estado. De esta manera, he pretendido que mi
enseñanza incluyera elementos que otras enseñanzas no poseen; rasgos
distintivos que hicieran de mis clases
algo mucho más enriquecedor… ¡Qué gran despropósito!
Uno no puede
pretender explicarlo todo, pues lo único que consigues (en la mayor parte de la
gente) es saturarla de una cantidad de información que no suelen estar
dispuestos a asimilar. Los motivos por los que cada uno se inicia en el Taichí
son diferentes, y pocos son los que realmente quieren “saberlo todo”.
Así que,
nuevamente, al intentar instruir a los demás me he encontrado con "el escudo de
su ego" y, al intentar romperlo, me he encontrado "aferrado a la lanza del mío".
martes, 9 de abril de 2013
Lo que debería haber enseñado (pero no lo hice)
Si hay algo
que debería haber enseñado, pero no lo hice, es a dar la importancia suficiente
que poseen, intrínsecamente, muchas prácticas. Cuando bromeas sobre
aspectos de la enseñanza que pueden suponer un cambio radical para la vida de
las personas, estás minimizando su carácter trascendente y, en definitiva,
mermando el posible efecto positivo que esta enseñanza pueda ejercer.
Desde este
punto de vista, y con afán de hacer más asequibles algunos conceptos, a menudo los
he planteado de forma tan distendida, que no he conseguido que mis alumnos les
den la importancia suficiente. Ahora veo que es fundamental el sentido de los
símbolos y de los rituales (como el saludo, la etiqueta, y el respeto a los
momentos de silencio) para que algunas prácticas se manifiesten en toda su
dimensión.
Si un
instructor bromea sobre determinada práctica, el alumno tenderá,
consecuentemente, a adoptar una actitud banal en el desarrollo de la misma. Por
eso, uno siempre tiene los alumnos que se corresponden con su forma de impartir
las clases. Tal es su influencia, consciente o inconsciente.
Otro aspecto
que siempre me ha costado mucho enseñar, y muy relacionado con el primero, ha
sido el relacionado con lo espiritual. He tendido a pensar que lo espiritual es
algo personal, una experiencia individual que cada uno afronta a su manera y
que, hasta quienes se considerar ateos o anti-espirituales, adoptan una forma
concreta de afrontarlo. Para mí, la parte espiritual va íntimamente vinculada a
tres aspectos:
- · El desarrollo del ser, de cara a sacar el máximo potencial de uno mismo. tanto físico (salud), como mental (atención, memoria, lógica, etc.)
- · Mantener unas relaciones fluidas y sin fricciones con los demás.
- · Acceder a unos conocimientos (¿sabiduría?) de forma diferente a la mera absorción de datos o ideas intelectuales.
Estos tres
aspectos dirigen, de forma casi inevitable, a un estado de calma interior, de
tranquilidad y de autoconocimiento, que permiten afrontar las distintas
eventualidades de forma tranquila, consciente y eficaz.
Pretender
enseñar cosas como estas quizá pueda parecer ambicioso, pero ahora, echando la
vista atrás, creo que es algo que he tendido a dar por sentado en mis alumnos,
cuando realmente no se daba en clase tal “actitud espiritual”, ni por mi parte
ni, consecuentemente, tampoco por la suya.
viernes, 5 de abril de 2013
la escuela la hacen los alumnos, no el maestro
Una escuela
de Taichí no la hace un maestro, la hacen los alumnos. Puede existir la escuela
sin el maestro, pues los alumnos pueden juntarse para practicar conjuntamente,
aportándose conocimientos y correcciones unos a otros, pero no puede existir
una escuela con un maestro pero sin alumnos.
Son los
alumnos los que dan la Vida y el Sentido a una escuela de Taichí. Su presencia
justifica la enseñanza, su conciencia y atención da sentido a la práctica, y su
compromiso da consistencia y validez a lo aprendido. Da igual el nivel de
maestría que tenga un instructor, sus años de práctica o lo exclusivo de su
método. Sin la implicación de los alumnos, todo eso carece de sentido.
Por eso es prioritario
para todo instructor de Taichí, ganarse la confianza y el respeto de sus
alumnos, pues de ellos depende que la escuela que él ha fundado se mantenga en
el tiempo.
He visto
crearse y deshacerse escuelas desde ambas perspectivas, como alumno y como
instructor, y en todos los casos, quién realmente tiene que asumir la
responsabilidad es quién imparte las clases y quién gestiona la escuela. Por
eso ahora, ante el cierre casi inminente de mi propia escuela de Taichí, voy a
dedicar mis esfuerzos a analizar las razones que han hecho que, poco a poco, la
escuela “eltai” se haya ido diluyendo.
Así que,
primeramente, debo cuestionarme un primer yin-yang básico de la enseñanza del Taichí: “¿Qué
debería haber enseñado y no lo he hecho? y ¿qué NO debería haber enseñado pero,
sin embargo, lo he hecho?”
Procuraré
responder estas cuestiones para la próxima semana.
lunes, 14 de enero de 2013
los pequeños gestos
El equilibrio
entre los opuestos, entre el yin y el yang, que predica la filosofía del
Taichí, no se reduce sólo al cuerpo físico de quién practica, ni tampoco se
reduce al ámbito de la conciencia, sino que intenta ir un poco más allá.
Intenta abarcar un nivel interpersonal que englobe, cada vez, a más individuos.
¿Cómo se puede lograr esto?
La Armonía
con los demás es un signo de estar en Armonía con uno mismo, y la manera de
lograrlo no consiste en pretender caer bien a aquellos con quienes nos
relacionamos (pues sería agotador e infructuoso) sino en crear una actitud en
la cual el Equilibrio esté dentro de cada uno, y desde ahí se vaya expandiendo. Al practicar
Taichí son muchas las formas en que logramos esto:
Practicar en
grupo y todos a la vez: Las culturas occidentales tendemos a ser más
individualistas que las orientales, por lo que nos suele costar bastante
sincronizarnos con el resto del grupo al realizar alguna coreografía. Sin
embargo, esta actitud de sincronización no sólo fomenta la atención y la
concentración del practicante, sino que crea una unidad en el grupo que
facilita las relaciones dentro del mismo.
Ceder en el
“empuje de manos”: Los trabajos en parejas, como el “empuje de manos”
(tui-shou), buscan la Armonía entre dos practicantes, y su principal desafío
consiste en ser capaz de ceder ante el empuje del otro. Casi todos los
conflictos y discusiones entre las personas surgen de la incapacidad de ceder,
o del empeño de mantener un postura frente a los demás. Por eso, esta práctica
en parejas, aunque incómoda para muchos alumnos, es una buena base para lograr
el equilibrio con los demás.
Respetar al
grupo es respetarse a sí mismo: Algo tan simple como estar a la hora acordada
en el aula, saludar cuando todos saludan o mantener una postura estática y
silenciosa cuando todo el grupo la mantiene, son pequeños detalles que nos
permiten “respetar al grupo”, en vez de “enfrentarnos a él”. Gestos tan sutiles
como tocarse el cabello, alisarse la ropa o rascarse, no molestan a nadie, pero
nos hacen salirnos de la calma establecida por el grupo. A quién realmente
molestan estos gestos de “desconexión” es al propio ánimo de un mismo, que se
evade, consciente o inconscientemente, de la Armonía que se intenta crear en el
aula de práctica.
Los detalles
que nos permiten acceder a la Armonía con los demás y con nosotros mismos, son gestos pequeños,... pero relevantes.
lunes, 7 de enero de 2013
la "escuadra"

La cadena muscular posterior por la cual discurre el meridiano de
la Vejiga, conecta la zona cervical con el resto de la espalda, y desciende por
la parte de atrás de la pierna, hasta la planta del pie. Estar sentado muchas
horas, sobre todo si se hace en posturas encorvadas o tensas, puede provocar el
agarrotamiento muscular, que se concentra principalmente en la parte posterior
del muslo. Es sobre esta zona donde centraremos la apertura del siguiente
ejercicio.
Al flexionar el tronco y mantener la pierna estirada, es muy
importante mantener la espalda alineada. Y este es un error que hasta los
deportistas profesionales cometen… Si el objetivo es alcanzar la punta del pie
con la mano, la columna se doblará (a no ser que se tenga mucha flexibilidad)
en la zona dorsal, induciendo el encorvamiento progresivo de esa parte del
cuerpo. Por eso, es importante hacer este ejercicio con un espejo a un lado,
para poder controlar la postura de la espalda.
El tobillo se flexiona formando un ángulo recto, la rodilla se
estira, y se dobla el cuerpo por la ingle, intentando ganar algo más de flexión
cada vez que se suelta el aire, con objeto de ir ganando flexibilidad
progresivamente. Suele ser útil apoyar las manos en el muslo y ejercer algo de
presión (no sobre la rodilla) para facilitar el enderezamiento de la columna y
descargar la tensión que pueda existir en la zona lumbar. Esta parte del
cuerpo, que tantos dolores provoca a muchas personas, se ve indirectamente
beneficiada con este ejercicio, sobre todo cuando la causa de las molestias se
debe al exceso de tono muscular en los extensores lumbares, y que algunos se
empeñan en tonificar (innecesariamente) a costa de comprimir los discos
intervertebrales.
La variante más avanzada requiere tener cierto grado de
flexibilidad, y control preciso del equilibrio, pues se realiza sobre una sola
pierna y agarrando la planta del pie para estirar la pierna en la horizontal.
Aunque suele ser duro al principio mantener más de 30 segundos la postura, su
eficacia es mucho más intensa.
Por último, reseñar que otra forma más asequible de realizar el estiramiento
consiste en apoyar el talón sobre un banco, lo que facilita el control de
espalda, y requiere menos esfuerzo muscular. Esta variante está especialmente
indicada a personas con problemas de movilidad o con mucha tensión en las
lumbares.
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