la escuela la hacen los alumnos, no el maestro



Una escuela de Taichí no la hace un maestro, la hacen los alumnos. Puede existir la escuela sin el maestro, pues los alumnos pueden juntarse para practicar conjuntamente, aportándose conocimientos y correcciones unos a otros, pero no puede existir una escuela con un maestro pero sin alumnos.

Son los alumnos los que dan la Vida y el Sentido a una escuela de Taichí. Su presencia justifica la enseñanza, su conciencia y atención da sentido a la práctica, y su compromiso da consistencia y validez a lo aprendido. Da igual el nivel de maestría que tenga un instructor, sus años de práctica o lo exclusivo de su método. Sin la implicación de los alumnos, todo eso carece de sentido.

Por eso es prioritario para todo instructor de Taichí, ganarse la confianza y el respeto de sus alumnos, pues de ellos depende que la escuela que él ha fundado se mantenga en el tiempo.

He visto crearse y deshacerse escuelas desde ambas perspectivas, como alumno y como instructor, y en todos los casos, quién realmente tiene que asumir la responsabilidad es quién imparte las clases y quién gestiona la escuela. Por eso ahora, ante el cierre casi inminente de mi propia escuela de Taichí, voy a dedicar mis esfuerzos a analizar las razones que han hecho que, poco a poco, la escuela “eltai” se haya ido diluyendo.

Así que, primeramente, debo cuestionarme un primer yin-yang  básico de la enseñanza del Taichí: “¿Qué debería haber enseñado y no lo he hecho? y ¿qué NO debería haber enseñado pero, sin embargo, lo he hecho?”

Procuraré responder estas cuestiones para la próxima semana.

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