los ritmos de la naturaleza



El curso de Taichí, en sus ejercicios y en el énfasis que se le da a los diversos aspectos, intenta seguir los ritmos de la naturaleza tal y como fueron expuestos en la antigüedad por muchas culturas, y entre ellas la cultura china. De esta forma, los diversos periodos temporales del año se asocian a un estado natural concreto:

El mes de septiembre correspondería a un periodo de transición entre la calma que representa el Lago, y la creatividad que simboliza el Cielo, que se situaría en el equinoccio de otoño (21 de septiembre); un periodo que ha sido adoptado, sobre todo por las sociedades que viven en nuestra latitud, como de inicio y comienzo de actividades, proyectos o estudios académicos. Por esta razón, este curso procuraremos hacer hincapié en estos aspectos, de cara a que el organismo se amolde, de la forma más adecuada y eficaz, a los ritmos de la naturaleza.

Por ejemplo, el Viento, situado en la plenitud del otoño, representaría la relajación y la suavidad. Es la época que invita a realizar ejercicios respiratorios que favorezcan tales actitudes, mediante ejercicios de chi-kung (qi-gong) o realizando las coreografías de Taichí de forma que amolden su ritmo al de la respiración propia de cada uno.

La Montaña, en el centro del invierno, es la época propicia para trabajar ejercicios estáticos (como el de "abrazar el árbol") o de chi-kung más intenso para fomentar la temperatura corporal, y proteger al organismo de las inclemencias del frío clima de este periodo.

El Trueno, que marca el apogeo de la primavera, es la época en la que todo en la naturaleza eclosiona de forma repentina (como la irrupción de un trueno en el cielo), y es el periodo favorable para desarrollar las técnica más complejas, adquirir movimientos nuevos o aprender a generar fuerza en aquellas secuencias que se han ido asimilando a lo largo del invierno.

Y así, cada momento del año favorece la realización de un tipo de ejercicios y, de la misma manera, la forma de realizar las secuencias de Taichí se ve sutilmente modificada, variando la forma de moverse, de respirar o de enlazar las secuencias. Siguiendo esta lógica estacional, la "forma Agua" implicaría movimientos fluidos y continuos, la "forma Lago" conllevaría movimientos suaves, lentos y sintiendo la intención de la técnica realizada, y la "forma Montaña" marcaría de forma evidente las posiciones, comprobando la estabilidad y equilibrio de las mismas.

Entender la naturaleza y estar sintonía con ella es, por tanto, un acto consciente que requiere trabajo y constancia, pero no necesariamente un esfuerzo físico excepcional.



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